Qué tristeza que en las parroquias no se difundan, ni se integren a estos encuentros de comunidades de renovación católica que son una bendición para todos, donde hay riquezas espirituales, compartires, banquete de la Palabra, encuentro de hermanos de muchas regiones (como en Pentecostés), sanación, testimonios, Eucaristía, fortaleza, alegría en el alma y alimento para el espíritu. Sí. Es cierto que nos falta más testimonio, más obediencia, y Amor pleno, pero en medio de nuestras debilidades el Seños hace maravillas. No es fácil la vida en comunidad, porque uno no escoge a los hermanos espirituales, sino el Señor. Si fuera por uno, yo iría o escogería a los que me llevan la idea o a los que no me corrigen, pues la vieja naturaleza busca lugares y personas que la alimenten y en donde se sienta cómoda (aún entre los creyentes). Tal vez lleguen épocas doradas en donde haya unidad total entre hermanos y con el Señor, unidad con los obispos, sacerdotes y fieles (es decir, nosotros, a quienes el Señor nos llama a ser activos y comprometidos a través de su Palabra y a través de muchos documentos de la iglesia), y un auténtico ecumenismo (unidad entre cristianos), que lo hace verdaderamente el Espíritu Santo. Solo nos queda animarnos a recibir y a vivir este encuentro con alegría, disposición, fe, humildad y apertura en el corazón, para que la Santísima Trinidad (modelo de comunidad) nos guie y nos alimente desde ahora y como hombres y mujeres renovados dejemos que el Señor gobierne nuestras vidas y así podamos hacer la voluntad de Dios Padre en Cristo Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo y con la intercesión de María.
Es el Señor quien nos reúne para darle la gloria a Él, recordar con alegría al Padre José Luís, fundador de la comunidad, y fortalecer la vida en comunidad.
Dios bendiga este encuentro, a quienes asistimos y a quienes el Señor ha llamado a servir en esta obra. Amén.