jueves, 3 de septiembre de 2009

Mensaje

PARA LAS COMUNIDADES.

Agosto 16 de 2009.

Hermanos de las comunidades en Cristo:
Queriendo compartir con ustedes un mensaje de aliento y de fraternidad en el nombre del Señor Jesús, he querido con todas las fuerzas de mi corazón exhortarlos para, que a cada momento que pasa se dejen tocar por la fuerza del Amor proveniente de Dios; pues ustedes, miembros de las comunidades de Renovación deben ser considerados hombres y mujeres de Dios, por eso, vivan en continua e íntima unión con Dios, para aprender de él el celo por el Reino de Dios, del cual ustedes ya hacen parte. Por eso, ustedes deben ser personas de oración profunda y generosa donación a los demás; personas de silencio y de intensa actividad por extender ese Reino de Amor, Justicia y Paz.

Por eso, busquen las cosas de Cristo, las cosas sobrenaturales, las cosas del cielo y no las propias.
Ustedes se encuentran en medio de Dios y de los hombres. Dios que les llama, desea moldearles su corazón, trasmitirles su plan salvífico y enviarles a los otros a transmitir su mensaje de Amor. Sus familias, vecinos y sociedad en general esperan verlos, no como gente del común, sino como mensajeros de Dios, que viven como auténticos hijos en el Hijo, que es Cristo.

Profundicen en la vida del Espíritu y no se conformen viviendo en la superficie del alma, pues así se vive también en la superficie de las cosas, porque el hombre que no sabe penetrar en el fondo de su alma, tampoco sabe penetrar las profundidades de las cosas. Se ocupa sólo en lo exterior y sólo da importancia a las pequeñeces. Así, en los deberes y en las obligaciones, pone su cuidado en la letra más que en el espíritu.

Hijitos míos, si me permiten llamarles así, deseo de todo corazón que la obra que Dios ha iniciado en ustedes llegue a su plena perfección en Cristo, por eso, anímense unos a otros con toda la fuerza del Espíritu santo, para que el mundo crea que él es quien les ha llamado a una vida nueva conforme a su voluntad.

Con amor fraterno en Cristo,

PAULO CÉSAR