1Jn 3,4 “Cualquiera que hace pecado, traspasa también la Ley; pues el pecado es transgresión de la Ley”.
La palabra “pecado” Viene de una palabra griega “anomia”, que significa iniquidad, es decir, designa ya no un acto pecaminoso individual, sino un estado colectivo, o sea, el pecado es la tendencia o inclinación de donde proceden los actos individuales; es como una potencia satánica bajo la que gimen los hijos del diablo que se manifiesta en actos de impiedad. Aquí en Juan se ve una realidad espiritual profunda, y es la filiación divina. La iniquidad es una de las expresiones que describen la realidad espiritual del pecador, su estado o situación interior, es decir, su naturaleza está caída, el pecado es parte de su naturaleza.
La expresión es clara: el que comete el pecado, no sólo comete una acción mala, sino que obra también la iniquidad, es decir, se revela como hijo del diablo que se opone a Dios y milita en la bandera contra Cristo excluyéndose del Reino de los cielos. El pecado no sólo es transgredir un mandamiento, sino rechazar la filiación divina y la comunión con Dios, para caer bajo el dominio satánico y convertirse en el hijo del diablo.